sábado, 4 de febrero de 2017

"Se llamaba Carolina"


Foto MAQ




















Jimenez Lozano nos regala esta novela que muestra el encanto del teatro en el entorno rural. La  he leído con placer y una sonrisa casi permanente. Don José es un maestro contando historias, hilvanando gentes y sucesos. Lo hace con buen humor y  profundidad. Este libro respira sencillez porque es la narración desde el recuerdo de infancia, que permanece intacto con lo genuino de las primeras impresiones que espabilan el corazón…porque aquel mundo ya desapareció, y está todo él, dentro de nosotros

Me han llamado la atención estos párrafos, que copio,  sobre los lugares de decires y contares porque refleja bien la condición humana,  aunque los lugares ahora se llamen Facebook y Twitter y las asambleas sean más numerosas.

Desde los tiempos más antiguos, en verano, en otoño, en primavera y en invierno, en lugares cerrados o al solejar o a la solana, al abrigo del cierzo, en la umbría y junto al agua, en las fuentes y soportales, en las tiendas y en los cuchicheos de iglesias, y antes y después de los oficios divinos, los amores o los odios, las rapiñas o las dádivas, las gracias o desgracias y las vidas o las muertes, las alegrías o los pesares de las personas, o de la comunidad del pueblo o la ciudad, son allí contados y recontados cada día, y podría decirse que a las asambleas que allí se celebran asisten, algunas veces, hasta las justicieras erinias de los ojos encendidos, pero de ordinario acuden allí, más bien, pitonisas y sibilas, y las cacareadoras o plañideras, y allí revolotean las esperanzas y las alegrías que se vuelcan, cada vez que las erinias amargas y vengadoras callan, o para hacer que se callen.

Hombres y mujeres, de ordinario ancianos, a quienes el tiempo ha molido, secado y trillado el cuerpo y dejado al alma quizás sólo con memoria de amargores, aunque no siempre, porque el manantial de la alegría y de las bendiciones también brota en la vejez como un Guadiana que sale al mundo por ojos o lagunas muy frescas y azules, todos estos hombres y mujeres se alimentan de las diversas historias que han vivido o viven, u otros les han contado, las salpimentan o adornan, e incluso acortan o alargan, engrosan o cortan en láminas o instantáneas de tiempo, escenas llamativas o caseras y diarias; y nunca están ahítos. Pero, en los tiempos de guerra y de post-guerra, esos lugares de decires y contares se multiplican y no se dan abasto, y en los coros y los soliloquios, las confidencias o pregones que allí se hacen de un mismo asunto pueden recibir más de media docena de versiones en una sola hora. Unas noticias y decires se dan por hechos, y otras por suposiciones, pero éstas con mayor fuerza que los hechos y fabricando éstos de aquéllas, finalmente se alza una versión única que no hace falta que se considere verdadera, porque se hace consistente, y triunfa, revestida de verdad o de justicia, y así se establece

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