lunes, 4 de agosto de 2014

"Dos ciudades", de Adam Zagajewski, y un pueblo del Somontano

Impresiones, fotografía y montaje de Inmaculada Cuesta (MAQ)




Dos ciudades, de Adam Zagajewski, y un pueblo del Somontano 

“El ritmo de las horas” es una sucesión de imágenes de un trozo de verano rural, que el descanso me sugiere hilvanar entre pensamientos visuales y el lenguaje de las manos.

Renunciar a la actividad habitual y a sus inquietudes a cambio de ESTAR (expectante…) en un entorno nuevo,  permite refrescar la mirada. En esta ocasión he admirado la sencillez de la gente sentada a la puerta de casa, en plazas y calles; señores de su calma y de sus pensamientos, conversaciones y panoramas. Seguramente no los volveré a ver, ellos ni me han visto, ni lo saben, pero me han regalado el ritmo de sus horas para recordarme que para mí el tiempo –el tiempo necesario para madurar, corregir un error o llegar a ver las cosas claras- es algo vital e imprescindible. En mi caso, la maduración nunca será un proceso definitivo, acabado. Siempre estaré presto a cometer un nuevo error y, después, intentaré comprenderlo y corregirlo. Usque ad finem (*)

Así lo he visto en los vuelos cíclicos de palomas en torno a una humilde cascada; repiten el recorrido una y otra vez con distinta gracia, con nuevo aire, en otra compañía

El mismo ritmo sereno del tiempo me ha descubierto las bellísimas abstracciones de los árboles de sombra en la desnudez de sus troncos a la última luz de la tarde.

Caprichos de la inspiración…

Las palabras del escritor polaco lo describen mejor: En la creación se manifiestan elementos que no tienen mucho que ver con la memoria, como por ejemplo la innovación o la rebeldía, ambas guasonamente reacias a la remembranza. En la creación hay también un “je ne sais quoi” fundamental y desparpajado que, por su propia naturaleza, se escapa a cualquier definición. Pero esto es justo lo que transforma el barro en escultura, las palabras en poesía y los crujidos en música. Después acude la memoria para tender puentes entre los instantes de clarividencia. ¡Cuán importante y necesario es esto! Sin embargo, para tender un puente primero hay que dar con el río. ¡Y eso se dice pronto!

Inmaculada Cuesta. Agosto de 2014

(*) ADAM ZAGAJEWSKI, “Dos ciudades”


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