Impresiones, fotografía y montaje de Inmaculada Cuesta (MAQ)
Dos ciudades, de Adam
Zagajewski, y un pueblo del Somontano
“El ritmo de las horas” es una
sucesión de imágenes de un trozo de verano rural, que el descanso me sugiere
hilvanar entre pensamientos visuales y el lenguaje de las manos.
Renunciar a la actividad habitual y
a sus inquietudes a cambio de ESTAR (expectante…) en un entorno nuevo, permite refrescar la mirada. En esta ocasión
he admirado la sencillez de la gente sentada a la puerta de casa, en plazas y
calles; señores de su calma y de sus pensamientos, conversaciones y panoramas.
Seguramente no los volveré a ver, ellos ni me han visto, ni lo saben, pero me
han regalado el ritmo de sus horas para recordarme que para mí el tiempo –el tiempo necesario para
madurar, corregir un error o llegar a ver las cosas claras- es algo vital e imprescindible.
En mi caso, la maduración nunca será un proceso definitivo, acabado. Siempre
estaré presto a cometer un nuevo error y, después, intentaré comprenderlo y
corregirlo. Usque ad finem (*)
Así lo he visto en los vuelos
cíclicos de palomas en torno a una humilde cascada; repiten el recorrido una y
otra vez con distinta gracia, con nuevo aire, en otra compañía
El mismo ritmo sereno del tiempo me
ha descubierto las bellísimas abstracciones de los árboles de sombra en la
desnudez de sus troncos a la última luz de la tarde.
Caprichos de la inspiración…
Las palabras del escritor polaco lo
describen mejor: En
la creación se manifiestan elementos que no tienen mucho que ver con la
memoria, como por ejemplo la innovación o la rebeldía, ambas guasonamente
reacias a la remembranza. En la creación hay también un “je ne sais quoi”
fundamental y desparpajado que, por su propia naturaleza, se escapa a cualquier
definición. Pero esto es justo lo que transforma el barro en escultura, las
palabras en poesía y los crujidos en música. Después acude la memoria para
tender puentes entre los instantes de clarividencia. ¡Cuán importante y
necesario es esto! Sin embargo, para tender un puente primero hay que dar con
el río. ¡Y eso se dice pronto!
Inmaculada Cuesta. Agosto de
2014
(*) ADAM ZAGAJEWSKI, “Dos ciudades”
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