martes, 29 de abril de 2014

Retrato de San Juan de la Cruz

Retrato de SAN JUAN DE LA CRUZ

  

En este año, que he decidido recorrer por caminos interiores, al margen de casi todo, mi pintura se empeña locamente en el ARTESACRO y mis pensamientos me llevan a rondar una y otra vez esta Segovia de cielo y piedra. Mis pasos  acaban con frecuencia en el huerto de San Juan de la Cruz, al cobijo de la bienvenida que ofrece el verde profundo de los cipreses; allí he visto el alma del místico en un lirio blanco sobre fondo de oquedad en la roca. Su rostro lo he encontrado en “Mudejarillo”, de la mano de José Jiménez Lozano; aquí os dejo mi trabajo con las palabras del escritor castellano en “Guía espiritual de Castilla”.

Retrato de San Juan de la Cruz. Obra de Inmaculada Cuesta

El padre de Juan de Yepes venía probablemente de conversos, y sus antepasados quizás habían tenido que ver amargamente con la Inquisición, allí en tierras de Toledo. Y la madre procede efectivamente de un ámbito cultural mudéjar y ésta sea la razón del desamor y la reticencia con que fue tratada. Siempre fue “la Catalina”: con ese artículo precediendo al nombre que en Castilla denotó siempre un cierto desprecio de hidalgos y “dones” hacia las gentes sencillas y de extracción social muy baja.
Lo que sabemos de la niñez de Juan, además de esa pobreza de los suyos, es que se  desarrolló en un ambiente extraordinariamente islamizado….
Aquellos mudéjares y moriscos viejos parecen haberse dedicado, en Fontiveros, primordialmente a la carretería hasta dar nombre al barrio donde vivían, en realidad el mismo barrio de la “Calle Nueva” donde Juan nació. Allí cerca había una fuente: la de doña Loba, y, fuera del poblado, lagunas, además de tres torrentes o arroyos que entonces lo cruzaban y que aportaban riego seguramente a huertos o huertas; mientras junto al río Zapardiel funcionaban unas pequeñas tenerías. Y todas esas aguas hacían de Fontiveros, sin duda, un asentamiento más verde y lleno de umbría que el polvoriento poblado que es hoy. En una de esas lagunas cayó Juan siendo niño, y fue sacado con la ayuda de la Virgen –a quién él dijo haber visto sonreír- y de la ijada de un labrador. La profundidad del agua será en adelante para él como la del alma en cuyo centro y desnudez y herida está el Esposo. Y, cuando a propósito de Juan de la Cruz se escribe desnudez, se quiere decir desnudez de la desnudez,  noche oscura, total desasimiento, nada, nada.

La cultura moderna se reclama con razón de los tres grandes “maestros de la sospecha”: Nietszch, Freud y Marx, para los cuales filosofías, ideologías y religiones o conductas de todo tipo, o intentos de conocimiento de la realidad, sólo son o pueden solamente ser resultantes sociológicas, intereses económicos enmascarados, proyecciones psicológicas, frustraciones, miedos inconscientes, ilusiones, autoengaños: ídolos, en suma. Pero la verdad es que ninguno de esos tres maestros modernos de la sospecha sospechó la mentira y la idolatría y el engaño ni la mitad que este pequeño Juan, que nació en Fontiveros. Su empresa de acercamiento real a lo Real Absoluto es la empresa más demoledora que se haya hecho jamás, hasta asegurarse que sólo en la Nada puede asirse el Todo.



Inmaculada Cuesta, 29 de abril de 2014