lunes, 26 de agosto de 2013

Una mirada a Bélgica (agosto 2013)



Estas son algunas impresiones viajeras de mi breve paso por Bélgica en una estancia durante unos días de agosto en Lovaina, desde allí he visitado, entre cientos de turistas…, Bruselas, Amberes, Brujas, Gante y Ostende.

En septiembre de 2012, mi hermano Jose Juan,  buen asesor musical, me recomendó a WIM MERTENS para presentar las imágenes del trasiego de un paso de cebra, que fue el tema de fondo de la exposición de pintura-fotografía “Paso a las tres”. En  su país de origen – nacido en Limburgo- es donde comprendo que este compositor, pianista y contratenor belga pone música de fondo al ritmo de la vida en estas ciudades,  en el tiempo que le toca vivir, es el ritmo constante de las bicicletas y de sus jornadas de intenso trabajo, con los carillones de sus torres marcando los tiempos en ligeros compases  cada quince minutos. Hoy los belgas van a trabajar a las instituciones de la Unión Europea, al despacho, a sus negocios y deliciosas tiendas de diseño. Hace seis siglos se organizaban en Gremios de Artesanos con intensa actividad textil, cervecera, de la carne etc., y su riqueza lucía en las casas junto a los  ayuntamientos y catedrales, formando las platz-place,  que hoy son el mayor atractivo de las ciudades,  y se han convertido ahora en Hoteles y Restaurantes de lujo. A cualquier hora del día y cualquier día de la semana parecen hervideros de humanidad, son como reuniones de la ONU, pero allí no se dialoga y casi no se mira ni piensa,  se apunta con la cámara fotográfica, Iphone, Ipad… y se dispara en todas las direcciones posibles, pasando rápido a otra cosa.

La mejor hora para encontrar el presente de este país,  dividido en su lengua, territorio e intereses,  es el atardecer, para contemplar a la gente en su vuelta a casa con la calma del cansancio acumulado a la última luz del día de verano, que es el momento de la conversación pausada, siempre en voz baja, en alguna de las muchas terrazas para saborear una rica cerveza, o en un banco de la plaza frente a la Biblioteca de la Universidad, disfrutando de un enorme helado.

El mejor lugar para rastrear el pasado son los museos, el de Bellas Artes de Bruselas increíblemente mal iluminado para observar  las colecciones de Pintura Flamenca de brillantes colores, cada cuadro cargado de historias contadas sin omitir detalles; la seriedad o solemnidad del tema no les impide pintar la anécdota, el pequeño detalle o el chiste burlón; son los antepasados del paraíso del Comic y antes del surrealismo de Magritte. Los belgas siguen siendo concienzudos y guasones. No sé si por influencia de la pintura antigua, sus calles huelen a sopa, y a ratos, más acorde con los cómic, a waffle –aquí decimos gofre-.

El rincón escondido para perderse,  que guarda la Historia desde el siglo XIII, sin duda los Begijnhof, que aún transpiran la sencillez y la paz de un lugar de trabajo y oración. La Universidad los ha restaurado como alojamiento internacional de  profesores y estudiantes, que se benefician de un entorno bellisimo y tranquilo para el intercambio cultural, estudio e investigación.

Lo que de ningún modo se esconde en Bélgica son sus raíces cristianas y lo que la fe ha aportado a su cultura, arquitectura y arte en general, que hacen de este país una  de las joyas del mundo. Me ha sorprendido que en la actualidad hayan tomado otros derroteros amargos como es la cultura de la muerte; y espero sinceramente que recuperen el alma que ha alentado tanta sabiduría.

¿Un color?, el rojo ladrillo, como fondo de todas las flores posibles,  cuidadisimas, en calles y ventanas, bajo un cielo intempestivo en continuo movimiento de azul, gris y blanco.



Inmaculada Cuesta
Segovia, 26 de agosto de 2013